Tiempo atrás, ha quedado el siglo donde los regímenes totalitarios eran moneda corriente. Asimismo, han pasado más cien años de las peores atrocidades de la humanidad en territorio europeo. En la actualidad, nadie pone en tela de juicio, ni justifica, la existencia de un régimen de las características del fascismo. Todos estamos de acuerdo, que fue un atentado de lesa humanidad, condenado de la misma forma con los organismos internacionales pertinentes.
De la misma manera, Latinoamérica mira para atrás y recuerda con angustia los gobiernos militares que vulneraron en cada uno de los países de este subcontinente, los derechos esenciales de los ciudadanos, con desapariciones masivas, persecuciones políticas y atrocidades que marcaron para siempre, incluso, a las generaciones presentes.
Aun así hay algo que transmite tranquilidad y que aun sabiendo que todo eso sucedió hace no mucho tiempo, nos brinda un manto de paz, seguridad y resguardo, y es que ya nadie discute que la democracia llegó para quedarse.
Estado de la democracia en América Latina y el mundo en 2020

Los regímenes democráticos, se fueron consolidando en la mayoría de los países de Latinoamérica y el mundo y esas conquistas ciudadanas ya no tienen vuelta atrás. En este contexto, quedan fuera de discusión, los regímenes democráticos, la alternancia en el poder, las conquistas sociales y constitucionales que se sustentan en grandes reformas jurídicas que ya no serán vulneradas.
Sin embargo, últimamente nos hemos preguntado: ¿es la democracia una simple ilusión? ¿No se limita a un mero proceso eleccionario de renovación de autoridades? ¿Por qué en épocas donde la democracia y la participación ciudadana se muestran como conquistas sin vuelta atrás, persiste la corrupción en gran parte de los funcionarios elegidos por el pueblo?
A veces la democracia se presenta elegante y amigable con el pueblo que lo hace sentirse parte, sin embargo, oculta tras de si un gran elefante blanco, que es el Estado y todos sus funcionarios, que mayormente no son elegidos por el pueblo sino por el poder de turno, utilizando sus cargos para provecho propio e intereses particulares.
¿Es acaso una utopía anhelar una democracia sin corrupción? ¿Es acaso el sufragio un placebo para el ciudadano que le otorga libre acción al funcionario por cuatro años sin control?
La corrupción está a punto de ser naturalizada, si aún no lo es en la sociedad toda. Hoy ya no nos sorprende que un funcionario nos detenga arbitrariamente en la vía pública sin razón alguna, esperando de alguna manera un beneficio económico. Resulta por tanto, una moneda corriente que para habilitar un comercio se puedan saltear ciertas instancias administrativas de la burocracia Estatal teniendo algún contacto. Y esto es abuso de poder, arbitrariedad, violencia institucional y atenta contra los derechos esenciales de un régimen democrático. No hay discusión. Atrás quedaron los regímenes de poderes arbitrarios, pero la democracia pierde razón de ser si tras de su respetable fachada, refugia actitudes y funcionarios corruptos.
Desde hace años, abundan noticias sobre procesamientos y detenciones de ex funcionarios, integrantes de algún gabinete de algún rincón del suelo argentino o latinoamericano.
En este marco, todas estas noticias y hechos se han vuelto tan frecuentes, que se corre el riesgo de naturalizar la corrupción y hasta pierde el efecto de sorprendernos. «Es así». «Está en el ADN», dicen en charlas de café. «Esto no se cambia más». Lo hace un médico, un legislador, el empleado del banco, un intendente, un juez, un director de escuela. «Esto no se cambia más», dice cualquier taxista, a menudo por las calles porteñas, tocando bocina y pasando el semáforo en rojo.
Así como funciona una anestesia, con cada nuevo caso que surge, el efecto se atenúa y parece ya ser uno más de entre tantos y es allí donde comienza a naturalizarse la corrupción.
Todo pareciera devenir en una especie de anarquía y regateo de supervivencia del más apto o de aquellos que tienen más contactos, donde los más perjudicados son siempre los más vulnerables y aquellos simples ciudadanos que fueron siempre por el buen camino. Como dice el tango Siglo XX Cambalache: «el que no llora no mama y el que no afana es un gil. Dale no más, dale que va, que allá en el horno nos vamo` a encontrar».
Frente a este contexto, consideramos determinante la necesidad de fortalecer mecanismos de control de la función pública al servicio de la ciudadanía, así como herramientas de rendición de cuentas constantes al servicio de la ciudadanía.
La democracia no puede circunscribirse a una elección cada 4 años; todos los funcionares públicos deben estar al servicio de la ciudadanía cumpliendo con el deber de dar explicaciones de sus actos, auditados y transparentando sus ingresos y bienes personales.
Todos los ciudadanos deben tener a su alcance herramientas para vigilar y evalúan el actuar responsable de los servidores públicos por medio de mecanismos como la transparencia y la fiscalización.
Es necesario democratizar de manera genuina el poder, compartir sin cederlo, integrar otras miradas a la propia mirada del partido político gobernante, reformular las relaciones y vinculaciones entre gobernante y gobernado, reducir las asimetrías propias de los cargos estatales para oír la voz de los destinatarios de las acciones de gobierno.
Urge otorgar a los ciudadanos la posibilidad de participar en los procesos de tomas de decisiones de los gobiernos en formas que superen los mecanismos propios de las democracias representativas donde el sufragio se presenta como el más reconocible al público en general.
No podemos renunciar a los avances conquistados en materia de derechos ciudadanos, es necesario avanzar en el compromiso de cada ciudadano para velar por los intereses que nos pertenecen mediante mecanismos de control de los gobiernos que nos representan.
Consolidemos las instituciones que existen a nivel nacional, regional e internacional, pero avancemos en la creación de mecanismos de accesibilidad y control de los gobernantes que nos representan, para que la salud, la seguridad, el municipio y los funcionares de gobierno funcionen de la mano de la ética y nuestros intereses no se vean vulnerados.
Es en este contexto y estado de reflexión, que proponemos brindar cursos con colegas argentinos, ecuatorianos y colombianos, con herramientas y competencias vinculadas al ámbito de la RSE, el empoderamiento ciudadano y el Gobierno Abierto. Destinado a gestores públicos y agentes administrativos, que tengan, y sientan, la necesidad de formarse e informarse acerca de estas herramientas y reflexionar entre pares sobre nuestro rol como comunicadores, formadores y gestores públicos, comprometidos con una ciudadanía responsable, transparente y empoderada.
Autores Invitados:

Director Administrativo y Logístico, especializado en Investigaciones Patrimoniales De Auditoría General de Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina). Magister en Políticas de Desarrollo (UNLP).

Coordinadora de Investigación y Tesis en Escuela de Negocios – MBA, Universidad de Palermo, Argentina. Licenciada en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina). Doctora(c) en Educación Superior, Universidad de Palermo, Argentina.